miércoles, 16 de junio de 2010

En Memoria de Fernando Siebald


Mi hermano, el Fer…

Por Héctor Kol.
Junio del 2010.

Lo conocí en el año 2006, cuando pertenecía yo a la COREPA- X Región e iniciábamos la pelea más decidida contra la Industria Salmonera. Fernando Siebald era uno de los abogados de Fundación Pumalín y allí, de vez en cuando, obteníamos algún consejo legal para ser más eficientes en la pelea que recién comenzaba.

No nos creía mucho, cuando Remigio Gutiérrez y yo íbamos hasta sus oficinas a señalarle que éramos capaces de enfrentar a todo el Estado Salmonero instalado desde la Décima Región al Sur.

Pero el Fer se hizo cercano cuando comenzó a reducir cada idea que teníamos a su mínima expresión, bajo los argumentos legales que él nos exponía. Quizás si se dio cuenta que de verdad queríamos aprender, que queríamos saber cómo transformábamos en herramientas útiles las evidencias que de a poco comenzábamos a acumular contra la publicitada Industria. Y al Fer le encantaba enseñar…

La principal pelea la daba entonces contra las represas de Hidroaysén… al menos teóricamente. Pero le apasionaba ver cómo, con nuestros escasos recursos y acosados ya por la vigilancia “no-identificada” y las amenazas, unos pocos soñadores como él empezaban a desarmar el aparato publicitario, político y administrativo que sostenía al Último Mito Chilote: la Industria Salmonera. El 2007 y el 2008, Fernando ya enfrentaba a dos ejes del “Crecimiento” del país…las represas que aún no se construyen y la industria que reflotaron a punta de privatización del mar austral. Casi nada.

De consejero legal ad honorem, su salto hacia convertirse en amigo no demoró más que semanas. Conoció mis innumerables domicilios en la Décima Región y vio crecer a mi nieta Tití, ahora llamada Camila. Cuatro años tiene la Camila…cuatro años es todo lo que alcancé a conocer al Fer…

En mis casas, Fernando se transformó en el tío NO NO NO…por sus frecuentes correcciones a la oratoria de mi nieta… Para mi hija, la Amanda, era más que un amigo…era su hermano mayor. Las conversaciones sobre anarquismo o música punk siempre terminaban con un consejo… “tienes que leer a…” , “tienes que escuchar a…”.

Un hombre culto siempre es un hombre libre…

Sus visitas engalanaban mis casas, las conversaciones eran largas, los cigarrillos fluían uno tras otro, tratando de encontrar una razón por la que la evidencia científica casi nunca fuera, a la vez, evidencia legal… Jamás nos pusimos de acuerdo ni nunca entendí esa máxima del derecho que dice que es mejor un mal arreglo que un buen juicio, a pesar de los esfuerzos desplegados por el Fer para explicármelo. Para mí era como asegurar que una mitosis era mejor o peor que una meiosis…

Pero estábamos en lo mismo. Desde las especialidades tan disímiles que teníamos, estábamos en lo mismo…luchábamos contra lo mismo y a favor de lo mismo… Contra la destrucción del país y por un mundo mejor para todas las Camilas y las Amandas. La conjunción entre el Derecho y la Ecología Política, que se confrontaban en cada una de mis casas, se hicieron hermandad: Lo mejor de uno para conseguir lo mejor para todos…

Compartimos varias trasnochadas trabajando cada uno en lo que le correspondía y donde era más eficiente para cuidar y pelear por la vida. No fueron suficientes, Fer. Todavía me quedaba mucho que aprender de ti.

El martes lo llamé a su celular…me respondió iniciando su ascenso al Volcán Calbuco. Nos pusimos de acuerdo para juntarnos en mi casa el Jueves, cuando bajara de la montaña. El miércoles sufrió el accidente y falleció por la tarde…

No alcanzamos a vernos en mi nueva casa, ni a compartir los cigarrillos, ni la eterna discusión acerca de lo “científico” que es el Derecho y que ninguno de los dos ganaba, quizás si para que pudiésemos seguir conversando sobre lo mismo y usando mejores y nuevos argumentos. No pudimos preguntarle por la Nicole, su novia, que lo cuidó y protegió los últimos meses de su vida y que tuvo que viajar en bus desde Santiago para despedirse de él, ya muerto.

Al Fer, mi hermano, no lo veré más. Decidió despedirse de todos haciendo lo que más le gustaba y apasionaba: el montañismo. No creía en el Cielo, pero se encontrará con una sorpresa. Allá llegarán nuestras plegarias y nuestra gratitud por todo el cariño y preocupación que nos brindó en momentos muy delicados para nuestra pequeña familia.

A la Camila, mi nieta, le tuvimos que explicar que el Tío NO NO NO ya no vendría a nuestra nueva casa porque había tenido que viajar muy lejos y por mucho tiempo. Que había alcanzado nuevas alturas, para tener otras perspectivas, otra visión panorámica acerca de lo mucho que queda por hacer para transformar al mundo en lo que él soñaba.

El Fer, mi hermano, nos dejó muchas tareas pendientes, mucho que escuchar y leer, mucho que aprender. Las cumpliremos todas.

Héctor Kol
Junio del 2010.